viernes, 21 de febrero de 2014

Entrevista: Slow Food, comercio justo y consumo local


Publicada en Terra.


En entrevista con Terra, Alfonso Rocha Robles, consejero internacional de Slow Food México y Centroamérica, explica por qué la insistencia de consumir alimentos mexicanos.






Hace unos días, la noticia acaparó los titulares nacionales y recorrió las redes sociales: 80 mil toneladas de manzanas del norte del país que no encontraron cabida en el mercado nacional estaban a punto de echarse a perder. ¿La razón? La importación masiva de manzanas de Estados Unidos, una opción mucho más barata que su competencia azteca.

Podría pensarse que este caso es una excepción, pero desgraciadamente no es así. Los productos nacionales se consumen cada vez menos, y mucho tiene que ver nuestra desinformación al respecto. En entrevista con Terra, Alfonso Rocha Robles, consejero internacional de Slow Food México y Centroamérica, explica por qué la insistencia de consumir alimentos mexicanos.



Slow Food y la preservación de alimentos nacionales

“En Slow Food tenemos como premisa proteger y salvaguardar los alimentos buenos, limpios y justos; es decir, alimentos que respeten las culturas gastronómicas local y regional, la temporada, el medio ambiente y también a las personas que los cultivan y consumen. Es muy sencillo creer que consumir un producto nacional es suficiente; sin embargo, éste bien podría dañar el medio ambiente y no respetar a las personas que lo cultivan”.



Las manzanas de Arteaga, un ejemplo de comercio desleal

El caso reciente de la pérdida de toneladas de manzanas en el norte del país tiene dos principales
causas: la importación masiva de manzanas del país vecino y el incremento en el método intensivo de cultivo, con el cual se logró romper un récord histórico de producción de manzanas mexicanas. Irónicamente, también se rompió el récord histórico de pérdidas.

“El sistema agroindustrial predominante es un ejemplo claro de por qué en el planeta desperdiciamos más de 30 por ciento de los alimentos. Se basa en una competencia desleal, pues los productos importados desde Estados Unidos reciben un subsidio por parte de su gobierno. Es así como nuestro gobierno enriquece a los grandes empresarios agroindustriales”, explica el experto.

Esta deslealtad pone en aprietos a los campesinos, quienes no pueden ofrecer sus productos al mismo precio que el de los subsidiados. Entonces se ven orillados a dejar que se pudran cosechas enteras, pues esto resulta más costeable que absorber los gastos de llevarlas al mercado sin la seguridad de que se venderán.



El Arca del Gusto, un esfuerzo por preservar especies en extinción

Así como existen animales en peligro de extinción, diversas variedades de alimentos se encuentran en riesgo de desaparecer. La razón es que existe una falta de conocimiento sobre las variedades nativas y su valor cultural. Pero existen iniciativas cuya finalidad es informar a los consumidores y evitar que esto ocurra.

Una de ellas es el proyecto denominado Arca del Gusto, impulsado por Slow Food, una especie de Arca de Noé para los ingredientes que están en peligro de extinción. “Es un catálogo de alimentos tradicionales que necesitan promoción para ser consumidos y evitar que desparezcan. En Puebla se encuentra en proceso de ser integrada la manzana panochera, una variedad ‘criolla’ que se cultiva en zonas rurales. Se distingue por ser de consistencia dura y tener una apariencia maltratada. La importancia cultural y gastronómica de esta manzana recae en que es la variedad original para preparar el chile en nogada, uno de los platillos más característicos de la región”, abunda Rocha Robles.



Somos parte del problema… y también de la solución

El comercio injusto se origina desde los grandes corporativos de alimentos, pero los consumidores tenemos una enorme parte de responsabilidad. “Somos parte del problema al conformarnos con el paradigma actual del ‘libre mercado’, por ir al súper y elegir alimentos industriales.

En un país donde importamos casi la mitad de nuestros alimentos, la solución no es detener las importaciones, sino generar un cambio en las mentes de los consumidores para que prefieran productos locales y  temporada. La solución es que dejemos de ser consumidores pasivos y nos convirtamos en consumidores activos y conscientes, es decir, en coproductores”.

Informarnos sobre lo que vamos a llevarnos a la boca, leer las etiquetas, visitar mercados orgánicos en lugar de grandes cadenas de supermercados, comprar manzanas mexicanas en lugar de las insípidas y brillantes Washington… Después de todo aportar nuestro granito de arena no es tan difícil, y bien vale la pena. ¿Verdad?

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