lunes, 18 de noviembre de 2013

Entrevista: Gilles Lipovetsky, consumo, belleza y bienestar

Publicada en Terra.

Gilles Lipovetsky es un filósofo y sociólogo nacido en París. En La Era del Vacío y El Imperio de lo Efímero, sus principales obras, ha puesto en duda comportamientos que hemos incorporado, sin reflexionar demasiado, a nuestra vida diaria: el culto al lujo y la alta moda, el consumo desmedido, los cánones de belleza dictados por los medios (y seguidos fielmente por incontables mujeres)… Recientemente visitó la ciudad de México, y en Terra tuvimos la oportunidad de platicar con él.


Existe en la actualidad una enorme oferta de productos en el mercado: cremas anti arrugas, perfumes, maquillajes, aceites para el cabello... ¿Cree que esta oferta abrumadora contribuye a enriquecernos como seres humanos o, por el contrario, nos empobrece?

Los productos en sí no nos empobrecen, pero tampoco puedo decir que nos enriquecen. Los productos
cosméticos no tienen nada que ver con la riqueza interna de una persona. Ofrecen mejorar la piel, el cutis, la belleza... y, bueno, eso también nos da un bienestar interno. Yo no critico esta sobreoferta de productos cosméticos, aunque reconozco que hay excesos.

Racionalmente se puede decir que no necesitamos todo eso. Pero también como seres humanos contemporáneos ya no queremos ser pasivos ante la realidad. La gente ahora rechaza el destino; con la cirugía plástica los seres humanos se transforman. Si alguien se despierta con la cara deshecha, puede arreglarla con productos cosméticos. Creo que eso es muy útil.

Todos estos productos prometen bienestar con relación al propio cuerpo, ofrecen el placer de sentirse más bellas. Quizá sea una ilusión, quizá no. Pero esto motiva a las mujeres a sentirse más seductoras.


 Estos productos de belleza y sus anuncios, ¿no nos vuelven más inseguras, también?

Sí: estamos en un universo donde todo es belleza. Hay top models por todos lados, en la calle, en las revistas. Las mujeres se comparan todo el tiempo, y esta comparación las hace sufrir. No son dañinos los productos cosméticos en sí, sino el bombardeo de los estereotipos de belleza. ¿Y qué me dices de los retoques de las fotos? Las mujeres siempre encuentran que son demasiado gordas o delgadas. La realidad es que hay muchas mujeres que tienen una ansiedad estética con relación a sí mismas.


 Vivimos en una sociedad en la cual se rinde culto a la alta moda. ¿Qué explica esta adoración a las pasarelas?

La era del vacío, editorial Anagrama
Creo que hay varios factores. El primero sería la desaparición de un mundo tradicional. El valor de la novedad cobra cada vez más importancia. Antes todos se vestían como sus padres, sus hermanos, y no había problema alguno. Hoy tenemos sociedades que cambian todo el tiempo, que buscan constantemente la novedad. Esto permite cierta individualización de las personas, pues alguien puede escoger un pantalón y no otro, una camisa y no otra… Las personas sienten que esto le da más valor.

Hay un tercer factor, que es el mercado. La valorización de la moda y ese cambio perpetuo es bueno para los negocios. La gente cambia todo el tiempo, compra todo el tiempo. Está creando necesidades constantemente. Es un fenómeno que implica factores sociales, culturales y económicos.


Sugiere que somos una sociedad hiperconsumista. ¿Qué implicaciones tiene esto para nuestra vida cotidiana?

El hiperconsumismo hace que, para cualquier cosa, nos dirijamos al mercado buscando que responda a nuestros deseos. Estamos atrapados en una espiral de necesidades siempre creciente. Eso plantea problemas cuando el presupuesto llega a un tope. Mucha gente no para de contar, de calcular cuánto dinero tiene; se pasa horas buscando buenos precios en Internet, reservando viajes de bajo costo… El problema es que sentimos que tenemos cada vez más necesidades, pero no siempre tenemos el presupuesto para consumarlas. Es por eso que existen tantas personas endeudadas.


Asimismo, el hiperconsumismo causa problemas para el cuerpo: se come demasiado y mal, y tenemos como resultado la obesidad en el mundo. Es un problema de salud, no sólo un asunto estético. Imagínate, ¡ahora existen niños obesos! Nunca antes se había visto algo así. Así que vivimos en una paradoja: hay una sobreabundancia y al mismo tiempo, una crisis. Tendremos que encontrar una solución a este problema antes de que se vuelva demasiado grande.

Cinco autores que sufrieron por (des)amor

Foto: Letroactivos


Publicado en Letroactivos.


Dicen quienes ven muchas novelas que el amor es algo indescriptible que hace sentir mariposas en el estómago, luchar contra el malvado mundo y otras cursilerías demasiado melosas para ser repetidas aquí. Aunque esto es cierto para algunos tórtolos —basta ver a la Gaviota y su flamante marido derramando miel—, muchas personas no corren con la misma suerte. Estos son algunos escritores que viven o vivieron atormentados por el desamor.


Alfonsina Storni

Nunca la desgracia ha sido tan poética como en el caso de Alfonsina, poeta nacionalizada argentina. Con un pensamiento feminista que superaba el de su época, y una enfermedad grave que la consumía, no tuvo oportunidad de encontrar eso que llaman amor verdadero. Su poesía reflejó su dolor y soledad, ambas condiciones que la llevaron a quitarse la vida —eso sí, de manera muy romántica— lanzándose al Mar de Plata.

«¿En dónde está el que con su amor me envuelva?/Ha de traer su gran verdad sabida…/Hielo y más hielo recogí en la vida:/Yo necesito un sol que me disuelva».


Violeta Parra

Dicen las malas lenguas que la autora de «Gracias a la vida» se quitó la vida por desamor. Violeta sostuvo un intenso romance con el antropólogo Gilbert Favre, con quien vivió en Ginebra. Después de un par de años Favre la abandonó y se fue a Bolivia (y ella en medio del llanto le compuso la melodía «Run Run se fue pa’l norte»). Violeta agarró coraje para ir a buscarlo, pero lo encontró felizmente casado, hecho que la sumió en una depresión profunda y la orilló a suicidarse.


Leonard Cohen

Una de las melodías más famosas del cantante y poeta canadiense es «Famous Blue Raincoat», un verdadero himno a la resignación amorosa, o mejor dicho, a lo gacho que se siente que tu mejor amigo te baje a tu mujer.

«And what can I tell you my brother, my killer/ What can I possibly say?/ I guess that I miss you, I guess I forgive you/ I’m glad you stood in my way». (¿Y qué puedo decirte, mi hermano, mi asesino? ¿Qué podría decir? Supongo que te extraño, supongo que te perdono, estoy contento de que te hayas atravesado en mi camino).


Sylvia Plath

La autora tuvo una vida amorosa desafortunada. Reservaba su virginidad para su novio, Dick Norton, cuando descubrió que éste le fue infiel con una camarera de hotel. Unos años después, mientras se encontraba en Nueva York, fue atacada sexualmente en una cita romántica. Terminó casándose con un bebedor y mujeriego quien después de darle dos hijos la abandonó por otra poetiza. Puso fin a su sufrimiento metiendo la cabeza en el horno.

«La vida es soledad, pese a todos los opiáceos, pese a las máscaras risueñas que todos nos ponemos. Y cuando al fin encuentras a alguien a quien crees que podrás mostrar tu alma, te detienes asustado por tus propias palabras».


Ernest Hemingway


Un alma intranquila en toda la extensión de la palabra, Hemingway planeaba casarse con Agnes, una enfermera de la Cruz Roja, cuando ella decidió huir con un oficial italiano. Plasmó su dolor en escritos y después encontró la paz momentánea con otra mujer, con quien se casó y de quien se divorció al poco tiempo. Nunca se sintió satisfecho con sus matrimonios: dejó a su siguiente esposa, Pauline, por Martha, y a Martha por Mary. Se suicidó a los 61 años con problemas de alcoholismo, enfermo y solo.