Publicado en Revista Psychologies, número 28
Pareja en azul, por Marluz. |
Haciendo honor a la revolución sexual, hoy día podemos
formar lazos íntimos basados en la libertad. Pero, para lograrlo, es preciso
poner las necesidades de ambos sobre la mesa… y alcanzar un entendimiento.
¿Sí o no? Durante un mes, Julián, publicista de 37 años, y
Noemí, contadora de 35, se lo cuestionaron. Y, juntos, lo decidieron: no
participar en un intercambio de parejas. “Quería que ella realizara una de sus
fantasías: hacer el amor con otros hombres. Yo también sentía ganas de ‘probar’
con otras mujeres. Finalmente, acordamos esperar, sin frustraciones. En este
momento no nos sentimos listos para dar ese paso, pero, ¿quién sabe más
adelante?”, declara él. Ella agrega que haber contemplado esta posibilidad
reforzó su complicidad erótica. “Tratamos de considerar opciones nuevas y
llegar a acuerdos. ¡Las prohibiciones matan el deseo!”. En la actualidad, cada
pareja tiene la libertad de abrir o no la puerta a experiencias nuevas y de
reinventar constantemente las reglas de su sexualidad… sin sentir el peso del
juicio sobre sus hombros.
Opciones al alcance
De acuerdo con el sexólogo José Jaime Martínez, director de
la Clínica de Atención Emocional, existe en la actualidad una gran cantidad de
información sexual a nuestro alcance. “Ello permite que el espectro de
posibilidades se amplíe. A medida que se habla más libremente de sexo, los
gustos, las pretensiones y los deseos cambian. Lo que antes se consideraba una
perversión hoy es una variante más del erotismo humano”, añade.
Si bien los sexólogos denuncian los peligros de una
percepción consumista del sexo, también reconocen el lado positivo de la
difusión, cuando menos mediática, de prácticas como el intercambio de parejas,
los tríos, la bisexualidad o incluso el sadomasoquismo. “Ello ayuda a legitimar
la fantasía, que es la articulación de toda liberación sexual. Una gran
cantidad de pacientes se muestra afectada por estas ideas; desea deshacerse de
ellas, como si se tratara de una parte desconocida y ajena de sí mismos.
Aceptar una fantasía, volviéndola parte de la propia historia, resulta
sumamente liberador”, analiza la sexóloga Mireya Dubois.
Libres, ¿hasta dónde?
Algunas personas, sin embargo, se sienten desorientadas
frente a tantas posibilidades. Los terapeutas de pareja y los sexólogos
comprueban que las preguntas que obsesionan a la mayoría de sus pacientes giran
en torno a lo que se considera normal y a lo que “deberían” hacer para aumentar
el placer. “Algo que escucho cada vez más en consulta es ‘¿quién soy yo en mi
vida sexual?’, ‘¿qué dirección debo tomar?’, como si el hecho de que todo fuera
posible inhibiera el deseo y disolviera la identidad del sujeto”, comenta el
psicoanalista Jean Michel Hirt. Luisa, actriz de teatro de 41 años, y Juan,
instructor de yoga de 44, se preguntan si hacer el amor cuatro veces al mes es
demasiado poco, aun cuando reconocen aprovechar los encuentros al máximo. Según
Mireya Dubois, los límites en cuanto a las vivencias eróticas existen en dos
niveles: “Por una parte, están las fronteras personales, nuestra historia,
nuestra estructura psicológica; por otra, los márgenes de la relación, la
calidad de nuestra comunicación íntima y nuestra capacidad de evolucionar. A
partir de lo anterior, cada dúo celebra un contrato, de manera tácita o
expresa”.
Sexualidad a la medida
Infidelidades, exploraciones eróticas, accesorios,
fantasías, representaciones… cada pareja establece sus reglas y desarrolla su
propio “pacto sensual”. No obstante, lograr dicha libertad lleva su tiempo. “Es
muy frecuente que este estado se alcance con el segundo o tercer compañero”,
reconoce Jean Michel Fitremann. “Se desarrolla una mayor madurez en todos los
sentidos, estamos más conscientes y atentos a las necesidades del otro. Por
ende, la sensualidad ocupa un lugar más importante y creativo”, puntualiza.
Creatividad: la palabra mágica para una sexualidad libre. “Sin ella, caemos en
la monotonía… el gran enemigo en la cama. El erotismo entra por los sentidos, y
por ello es importante que aprendamos a experimentarlos al máximo. Oír, mirar,
tocar, oler y saborear, así como ‘echar a andar’ la imaginación: tal es la
combinación perfecta para un encuentro sexual pleno”, comenta el especialista
Martínez, fundador del sitio web www.consultasexual.com.mx. Para Rosa, química
de 41 años, y Pedro, cirujano de 39, la creatividad surge de escuchar los
ritmos íntimos del otro. “Nos dejamos llevar por el deseo del momento: a veces
el sexo es tranquilo y sutil, otras es salvaje y, otras más, sensual e
interminable, como en una película romántica”.
Autoexploración: ¿un paso hacia el otro?
A pesar de ya no ser tabú, la masturbación sigue provocando
incomodidad, incluso vergüenza. Proporcionarse placer a uno mismo conlleva
muchas veces cierta carga de culpabilidad. “Numerosos estudios han demostrado
que los adolescentes que no exploran su cuerpo son más susceptibles a tener
dificultades para alcanzar el orgasmo. Un gran número de jóvenes no se atreve a
tocarse, pues la sexualidad en sus entornos familiares tiene una connotación
negativa. No acariciarse implica ignorar el flujo del placer, lo que puede
complicar los primeros encuentros eróticos”, señala la especialista en
sexología Mireya Bonierbale. La experta recuerda que esta práctica es un
indicador de un desarrollo psicosexual armonioso. Pero, una vez que somos
adultos, no puede sustituir una relación íntima con otra persona. “En terapia,
se trata de una herramienta muy valiosa, que ayuda a descubrir el ‘instructivo’
del placer, a entregarse al cuerpo y a sus sensaciones. Cuanto más cómodos nos
sintamos con nosotros mismos, más generosos seremos con nuestra pareja”.
El placer del juego
El hecho de que con frecuencia se asocie la liberación
sexual con el espíritu lúdico responde a que el gusto por el juego es una forma
magnífica de alcanzar el placer en pareja. El experto Martínez comenta al
respecto: “El acto sexual es en sí mismo recreativo, una búsqueda de
satisfacción. Es olvidarse de las formalidades, dejarse llevar, explorar los
límites. Sin embargo, como en todo juego, también existen reglas. Nadie debe
salir lastimado, y es indispensable que ambos estén de acuerdo con lo que vaya
a llevarse a cabo. Al cumplir estos puntos, la libertad de experimentar se
vuelve infinita”.
En El amante de Lady Chatterley, novela del escritor
británico D.H. Lawrence, Constanza vive un amorío con su guardabosques,
Parkins. Aunque el deseo brutal se impone entre ellos desde el primer
intercambio de miradas, se necesitará más tiempo para que surja el placer total
y recíproco. También será preciso que ella aprenda a abandonarse, y que él
logre descubrir el poder erótico de la sensualidad. Cuando ambos aparecen
persiguiéndose desnudos en el bosque, bajo la lluvia y entre risas, y luego
haciendo el amor en el suelo mojado, puede dimensionarse qué tanto la
sexualidad es intrínsecamente libre, salvaje y gozosa. Así, si deseamos disfrutar
nuestro erotismo sin reservas, podemos empezar por conocernos a nosotros mismos
y explorar al otro, aprender a entregarnos y a recibir… y convertir el goce en
un verdadero asunto de dos.
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