El grupo de las comadres surgió de forma espontánea ante la
necesidad de poner en común una experiencia vital: la de convertirse en mamás.
Para estas mujeres el proceso de la maternidad, con sus momentos felices y
tristes, con sus dudas y certezas, no tiene por qué vivirse en privado; por el
contrario, se trata de una experiencia que se potencia al compartirse.
Las comadres han decidido trascender la concepción que
prevalece en la sociedad actual sobre el embarazo y la maternidad: que se trata
de un proceso individual, que nadie “debe meterse” en las decisiones de los
padres, que sus hijos son su propiedad, que la educación debe ser estricta.
Ellas proponen una crianza colectiva, con amor y mucho respeto hacia las necesidades
de los pequeños.
Mara Montes, antropóloga de 34 años e integrante de este
grupo, platica sobre él.
México, D.F., marzo de 2012
Somos un grupito de mujeres que coincidimos en un
maravilloso curso psicoprofiláctico, donde también se dan clases de pilates
posparto. Todas tenemos ahora hijos e hijas de casi tres años. Aunque algunas
se conocieron embarazadas, fue al final de las clases de pilates, ya con bebés
en brazos, que nos acercamos unas a otras.
El grupo surgió espontáneamente, ante la necesidad de hablar
y compartir desde cómo lavar bien las orejas de nuestros hijos hasta lo duro
que algunas la pasábamos con las noches de no dormir. Éramos un grupo de
felices primerizas ojerosas, con muchas dudas y muchas ganas de compartir lo
que estábamos viviendo. Sin duda esto nos acercó muchísimo, pues el posparto
nos confrontó con toda la felicidad que nos hace suspirar cuando vemos esta
etapa en la tele, pero también con todas las inseguridades de ser alguien que
nunca antes fuimos. Todo esto frente a una sociedad que impone claramente una
idea de cómo ser mamá hoy en día, y que muchas veces choca con lo que el
instinto nos dice”.
“Somos mamás de pecho y rebozo”
Creemos en una crianza con respeto y amor, en la que no hay
bebés que manipulan, sino bebés con
necesidades de alimento, de calor, de
cuidado, de seguridad. Estamos en contra de sacrificar el desarrollo de
nuestros hijos en pos de nuestra comodidad. Esto no significa para nada que
seamos esclavas de nuestros hijos, o mártires, o que tengamos “hijos tiranos”.
Simplemente, que estamos atentas a sus necesidades.
En ese espíritu, somos mamás de pecho y de rebozo, de traer
a los hijos con nosotras y cuidarlos nosotras mismas. Confiamos en que los
niños que reciben atención, amor y cuidados, que son escuchados, que tienen un
vínculo amoroso con sus padres, serán personas buenas y generosas con las demás
personas y con el planeta.
Entre nosotras hay de todo: una ingeniera, una cineasta, una
contadora, una bailarina, una arquitecta paisajista, una antropóloga. Al
momento de conocernos, todas gozábamos de licencia laboral, y algunas se habían
decidido a dejar de trabajar por un tiempo (o la situación las había orillado a
ello). Así que nos tocó también acompañarnos en el luto de dejar esa burbuja
maravillosa.
Todas dimos pecho al menos un año, y eso también nos
hermanó, pues aunque la OMS recomienda seis meses de lactancia exclusiva y por
lo menos dos años de lactancia complementaria una vez que los niños consumen
alimentos sólidos, en nuestra sociedad hay muchos mitos y prejuicios que
resultan en que muchas mujeres apenas den pecho tres semanas, dos meses, o
nunca, y que las madres que deciden hacerlo se sientan solas contra el mundo.
“Todas tratamos de aportar algo”
Justamente a partir a partir de la necesidad de no estar
solas, pero también de la de darnos elementos para sentirnos seguras con
nuestras decisiones, nuestra amistad se volvió también un grupo de lectura.
Conseguimos libros sobre lactancia, alimentación, sueño infantil y crianza.
Algunos libros no están a la venta; entonces sacamos copias y tratamos de
compartirlas con otras mamás.
Hoy seguimos siendo un grupo, pero no nos ponemos fechas. El
que nuestros hijos sean de la misma edad y pasen por las mismas etapas de
desarrollo nos da la pauta para los temas que ponemos en común. Siempre hay
alguien que tiene alguna duda, alguna recomendación, alguna historia que te
hace sentir que tu hijo es tan normal y feliz como los demás. Además, llevamos
a los hijos como acompañantes de nuestra terapia grupal, y ha sido maravilloso
verlos convertirse en amigos. Ahora proponemos citas de juego, y así los hijos
y las mamás compartimos.
Actualmente, una de nosotras se dedica a hacer difusión de
eventos culturales para pequeños; yo tengo un espacio donde comparto noticias,
eventos y artículos sobre crianza. Otra mamá comenzó una pequeña empresa de
ropa infantil con diseños artesanales y mano de obra de cooperativas indígenas.
En fin, todas tratamos de aportar algo.
“Sin ellas no sé cómo habría sobrevivido convertirme en
mamá”
Constantemente les digo a mis co-madres[1] que sin ellas no
sé cómo habría sobrevivido el paso de convertirme en mamá. En las sociedades
donde existe un verdadero sentido de comunidad y las mujeres se acompañan en
los espacios y quehaceres de ser madre, los niños saben cómo nacen los bebés,
porque lo han visto; las niñas crecen viendo a sus madres, tías o hermanas
cuidar, limpiar, amamantar a sus hijos, y cuando es su turno de ser mamás,
tienen la experiencia y el soporte de su comunidad.
En nuestra sociedad no es así. Sé que hay mujeres a quienes
les avergüenza parir por el hecho de que un médico las revise. Tengo amigas que
se guardan en una habitación o bajo una gran cobija para amamantar. A mucha
gente le incomoda que una mujer revise el pañal de su bebé, le dé pecho en el
súper o en un restaurante. Estas actitudes no sólo no permiten que las mujeres
gocen de una parte fundamental en su vida sexual, que es el parto o la
lactancia. También suprimen la posibilidad de que las mujeres que no son madres
aún observen, pregunten y aprendan de su experiencia.
Sabemos que somos muy privilegiadas, y que pocas madres, aún
deseándolo, pueden darse el lujo de llevar una crianza de este estilo. La vida
laboral incorpora a las mujeres pero no ofrece casi ningún espacio para que
trabajo y maternidad coexistan amablemente. Por otra parte, muchas mujeres con
sus bebés recién nacidos se sienten muy solas. Yo creo que cuando nace un hijo,
es el momento de salir a convivir al parque, a alguna clase de música, a lo que
el bolsillo permita. Es que así es como las mamás se pueden conocer e
identificar. Y entonces, pueden vivir una maternidad potenciada por la
experiencia y compañía de otras mamás.
[1] Hay un grupo de madres que se reúne en la colonia
Condesa, me parece que se llaman así; justamente cuando supe de ellas, entendí
a la perfección y tuvo sentido para mí la palabra comadre: Ser madres, juntas,
maternar en compañía de otras madres.
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