Publicado en desinformemonos.org el 07/2011
Durante la década de los 70, la rebeldía ante la opresión
política entre los jóvenes de Argentina, Chile, Uruguay, Cuba, México y otros
países de América Latina, se convirtió en una plataforma para una sublime
creación artística: la música latinoamericana de protesta.
México, D.F. Las canciones de protesta o “la nueva canción”,
como también se les conoce, constituyeron un medio de reivindicación del pueblo
latinoamericano frente a un entorno político y económico aplastante. Víctor
Jara alguna vez dijo que, “más que canciones de protesta, eran canciones de
amor”.
Estas melodías, que pronto se convirtieron en verdaderos
himnos revolucionarios, buscaban rescatar el folclor de las comunidades; sus
letras contaban historias del campo, de la vida diaria de la clase obrera, de
sus pesares y alegrías. Muchos cantores retomaron versos de poetas del pueblo,
como hizo Violeta Parra con Pablo Neruda o los músicos argentinos con Armando
Tejada Gómez. La música folclórica constituyó una afirmación del pueblo y a la
vez una crítica de la escasez que prevalecía y de la creciente violación a las
libertades humanas. “Queríamos difundir un mensaje, hacer música con contenido.
No nos interesaba vender discos. Exigíamos condiciones de vida no miserables,
seguridad para los trabajadores en las fábricas, justicia social, y lo hacíamos
a través de la poesía. La poesía y el folclor dignificaron la vida rural”,
comenta Hebe Rosell, quien fue integrante del grupo de folclor argentino
Huerque Mapu.
El rescate de la tradición
Violeta Parra fue la gran predecesora de la canción de autor
latinoamericana. Desde los años 50 inició una ardua investigación con el
objetivo de rescatar la música folclórica chilena, recorriendo los barrios del
país y recogiendo sus tradiciones musicales. Sus canciones reflejaban la
situación de pobreza de los campesinos, la corrupción y desigualdad
prevalecientes en la sociedad chilena. En “Yo canto a la diferencia”,
cantaba:Afirmo, señor ministro/ que se murió la verdad/ Hoy día se jura en
falso, por puro gusto, no más. /Engañan al inocente sin ni una necesidad, y
arriba la libertad. A los 48 años Violeta terminó con su propia vida, pero dejó
atrás un inmortal e invaluable aporte a la música tradicional.
En Argentina, Atahualpa Yupanqui recorría las comunidades
indígenas y representaba en sus canciones lo vivido. En “El arriero”, cantaba:
Las penas y las vaquitas se van por la misma senda/ las penas son de nosotros/
las vaquitas son ajenas.
La música como medio de lucha
Nacha Guevara, Mercedes Sosa, Daniel Viglietti y la
agrupación Huerque Mapu, los “mensajeros de la tierra” en lengua mapuche,
formaron parte de la resistencia en Argentina. “Había en aquel tiempo en
nuestro país una corriente de izquierda muy fuerte y organizada; estábamos
todos conectados, sabíamos qué pasaba en los demás sectores del movimiento.
Éramos gente apasionada e ideológicamente formada, estudiábamos música, íbamos
al teatro y leíamos poesía. Nuestra lucha era entonces apoyada por el gobierno
de Juan Perón, quien veía por los intereses de la clase trabajadora”, explica
Hebe Rosell, de Huerque Mapu. La corriente de la izquierda peronista más
radical se hacía llamar “los montoneros”, jóvenes marxistas que exigían un
socialismo nacional. Huerque Mapu difundía el mensaje de este sector a través
de sus canciones.
En Cuba los cantautores Silvio Rodríguez, Noel Nicola y
Pablo Milanés difundían los ideales de la revolución comunista. Su música fue
de gran trascendencia internacional no sólo por la calidad de sus letras, sino
también por los complejos arreglos musicales de sus melodías.
La llegada de las dictaduras, represión y muerte
Cuando en 1955 los militares tomaron el gobierno y
derrocaron a Perón, la gente de izquierda comenzó
a ser perseguida. Miles de intelectuales y militantes fueron desaparecidos o asesinados. Perón regresó en el 73, pero entonces se produjo una ruptura feroz entre la izquierda radical y su gobierno. Cuando murió Perón, se produjo otro golpe militar para derrocar a su viuda y sucesora, María Estela Martínez de Perón. Entonces la represión se intensificó aún más. “Una vez, en un concierto nos arrojaron una bomba lacrimógena”, recuerda Hebe. “Luego fueron a buscarnos a mi departamento, donde nos juntábamos a ensayar, y por suerte pude esconderme con un vecino y escapar con mi hijo pequeño unos días después. Estuve exiliada en España, de donde me echaron, luego en París, y finalmente en México, donde me quedé”.
a ser perseguida. Miles de intelectuales y militantes fueron desaparecidos o asesinados. Perón regresó en el 73, pero entonces se produjo una ruptura feroz entre la izquierda radical y su gobierno. Cuando murió Perón, se produjo otro golpe militar para derrocar a su viuda y sucesora, María Estela Martínez de Perón. Entonces la represión se intensificó aún más. “Una vez, en un concierto nos arrojaron una bomba lacrimógena”, recuerda Hebe. “Luego fueron a buscarnos a mi departamento, donde nos juntábamos a ensayar, y por suerte pude esconderme con un vecino y escapar con mi hijo pequeño unos días después. Estuve exiliada en España, de donde me echaron, luego en París, y finalmente en México, donde me quedé”.
Otros cantores no corrieron con la misma suerte. En Chile,
el caso de Víctor Jara fue emblemático. Jara, quien creció en el campo, cantaba
sobre la vida de las clases bajas de Chile. Una de sus canciones más recordadas
es “Te recuerdo Amanda”, en la que retrató con gran sensibilidad el amorío de
una joven y el trabajador de una fábrica. Sus melodías se caracterizaron por su
optimismo, su propuesta pacífica. En “Vamos por ancho camino” cantaba: El odio
quedó atrás/ no vuelvas nunca/ sigue hacia el mar/ tu canto es río, sol y
viento/ pájaro que anuncia la paz. Paradójicamente, fue asesinado violentamente
en el golpe militar perpetrado por Pinochet en 1973.
La mayoría de los músicos de protesta latinoamericanos se
vieron obligados al exilio, como Alfredo Zitarrosa, compositor uruguayo, los
integrantes de Huerque Mapu, las agrupaciones chilenas Inti Illimani y Quilapayún,
Mercedes Sosa y muchos más. “Veías cantando a los exiliados chilenos y
argentinos en las creperías francesas. La gente los veía como bichos raros”,
recuerda Hebe Rosell.
El regreso del exilio
Con la caída las dictaduras, en la década de 1980, el
regreso de los artistas exiliados dio origen a recitales históricos. Tal fue el
caso de Mercedes Sosa en Argentina, Quilapayún en Chile y Alfredo Zitarrosa en
Uruguay.
Aunque gran parte de los cantantes y agrupaciones de música
folclórica se disolvieron con las dictaduras, cuando sus miembros fueron
exiliados, muchos quedaron en pie. Inti Illimani continúa hoy día ofreciendo
conciertos, como lo hizo Mercedes hasta el 2009, cuando murió. Silvio sigue
siendo uno de los grandes exponentes de la música latina de protesta. Por otro
lado, cada año en Córdoba, España, se lleva a cabo el festival Cosquín, mismo
que reúne año con año a músicos folclóricos emblemáticos.
Probablemente la tiranía haya debilitado al movimiento
libertario de aquella época, pero el sentido de la crítica y el amor por la
vida están lejos de desaparecer. Los sones del campo, como el huapango,
expresan aún un profundo sentido humano, como así lo hacen las corrientes
musicales del punk, el ska, el rock, el hip hop y el reggae, que afirman con
claridad que la lucha por una sociedad libre y justa sigue en pie.
Documental: El derecho de vivir en paz, de Carmen Luz Parot
No hay comentarios:
Publicar un comentario