Publicada en Entrepreneur México.
¿Cómo emprender con tu pareja sin morir en el intento? Gabriela López, dueña del exitoso restaurante Máximo Bistrot, comparte su experiencia.
¿Cómo emprender con tu pareja sin morir en el intento? Gabriela López, dueña del exitoso restaurante Máximo Bistrot, comparte su experiencia.
A primera vista, el local ubicado en Tonalá 133, en la
colonia Roma, no tiene mucho de especial. Pero esta fachada austera alberga uno
de los mejores restaurantes de la capital mexicana y, a decir de muchos, del
país. Se trata de Máximo Bistrot, un lugar reconocido por la frescura y calidad
de sus platillos y por su intachable servicio. Comer en este multipremiado
restaurante es un privilegio: es tal la demanda que, en ocasiones, las
reservaciones deben hacerse con varias semanas de anticipación.
Detrás de este exitoso negocio se encuentran Gabriela López y Eduardo García, un matrimonio que ha sabido superar un reto doble: por un lado, el de mantener un negocio a flote y, por el otro, el de aprender a trabajar en pareja. ¿Cuáles han sido los factores clave en el éxito de este negocio compartido?
Compatibilidad, la base
Eduardo y Gabriela se conocieron mientras ambos trabajaban con el reconocido chef Enrique Olvera. Al poco tiempo empezaron a salir y descubrieron que tenían un gran interés en común: “Ambos teníamos el sueño de abrir un restaurante, y pronto nos dimos cuenta de que era una gran oportunidad hacerlo juntos. Nos complementábamos bien, él en la cocina y yo con el know-how”, afirma Gabriela. Después de un tiempo él renunció a su trabajo en la cocina del famoso restaurante Pujol, y ella al suyo en el hotel Brick, ubicado en la Colonia Roma.
Para planear el proyecto apostaron por alejarse del ritmo ajetreado de la ciudad. Fue entonces que decidieron por un año a un hotel en Yelapa, Jalisco, una playa medio escondida a la cual sólo se tiene acceso por lancha. Estando ahí administraron un pequeño restaurante, con capacidad para sólo 20 personas. Él cocinaba junto con un ayudante y Gabriela hacía de todo: era mesera, cajera… “Fue un buen entrenamiento. Ahí fue donde verdaderamente nos dimos cuenta de cómo sería trabajar juntos”, afirma la emprendedora.
Lo más importante es que durante esta etapa aprendieron a separar el trabajo de su relación de pareja. “Una cosa es lo que se vive adentro del restaurante, y otra, lo que sucede afuera”, agrega. La experiencia no fue fácil (menos en un negocio tan estresante como éste), pero les permitió entender la forma de trabajar del otro y complementarse lo mejor posible.
Primera tarea: delimitar responsabilidades
Eduardo y Gabriela siempre tuvieron claro quién se haría cargo de qué. La empresaria había estudiado administración de restaurantes, por lo que tenía experiencia en el campo del servicio y en management. Por otra parte, él ha cocinado durante toda su vida. Al final, las decisiones de la cocina las tomaría Eduardo, mientras que Gaby se encargaría de las que tienen que ver con lo demás.
“Pero eso no quiere decir que no valoremos la opinión del
otro. Finalmente, pusimos este negocio porque a los dos nos apasiona la experiencia
de la comida y porque tenemos mucho en común”, sostiene la dueña de Máximo
Bistrot.
La cercanía, ¿ventaja u obstáculo?
Para Gabriela, la base del éxito de su negocio gastronómico es la relación que tienen como pareja. “Probablemente, si estuviéramos casados con personas ajenas al negocio no entenderíamos muchas cosas: la cantidad de horas que debemos dedicar al trabajo, el estrés que vivimos todos los días… esas son cosas que, a la larga, pueden desgastar cualquier relación. En cambio, nosotros lo entendemos. Transmitimos esa misma cercanía a nuestros clientes: nos gusta recibirlos, atenderlos personalmente, reconocerlos cuando regresan, hacerlos sentir como si los estuviéramos invitando a nuestra propia casa a cenar”, añade.
Más allá de la empresa
Para triunfar con una empresa en pareja es esencial alimentar la relación más allá del trabajo. A los creadores de Máximo Bistrot les gusta viajar, pues es una actividad que les permite inspirarse, acomodar ideas y desconectarse un poco del día a día. Por eso, cada tres o cuatro meses se toman una o dos semanas de vacaciones. Además, en ocasiones durante los días que cierra el restaurante (domingo y lunes) se escapan a algún destino afuera de la ciudad y aprovechan para platicar sobre su relación. “Procuramos evitar que todo sea trabajo, trabajo, trabajo”, comenta Gabriela.
“No es personal, son negocios”
“¿Qué consejo les daría a las parejas que están por iniciar un negocio? Que tengan paciencia y mucha empatía. Que aprendan a ponerse siempre en los zapatos del otro para entender por lo que está pasando. Y, sobre todo, que sepan discernir entre lo que pasa adentro y afuera. No hay que tomarse tan a pecho las cosas que suceden en el negocio”, concluye.
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