Publicada en Terra.
En entrevista con Terra, Alfonso Rocha Robles, consejero
internacional de Slow Food México y Centroamérica, explica por qué la
insistencia de consumir alimentos mexicanos.
Hace unos días, la noticia acaparó los titulares nacionales
y recorrió las redes sociales: 80 mil toneladas de manzanas del norte del país
que no encontraron cabida en el mercado nacional estaban a punto de echarse a
perder. ¿La razón? La importación masiva de manzanas de Estados Unidos, una
opción mucho más barata que su competencia azteca.
Podría pensarse que este caso es una excepción, pero
desgraciadamente no es así. Los productos nacionales se consumen cada vez
menos, y mucho tiene que ver nuestra desinformación al respecto. En entrevista
con Terra, Alfonso Rocha Robles, consejero internacional de Slow Food México y
Centroamérica, explica por qué la insistencia de consumir alimentos mexicanos.
Slow Food y la preservación de alimentos nacionales
“En Slow Food tenemos como premisa proteger y salvaguardar
los alimentos buenos, limpios y justos; es decir, alimentos que respeten las
culturas gastronómicas local y regional, la temporada, el medio ambiente y
también a las personas que los cultivan y consumen. Es muy sencillo creer que
consumir un producto nacional es suficiente; sin embargo, éste bien podría
dañar el medio ambiente y no respetar a las personas que lo cultivan”.
Las manzanas de Arteaga, un ejemplo de comercio desleal
El caso reciente de la pérdida de toneladas de manzanas en
el norte del país tiene dos principales
causas: la importación masiva de
manzanas del país vecino y el incremento en el método intensivo de cultivo, con
el cual se logró romper un récord histórico de producción de manzanas
mexicanas. Irónicamente, también se rompió el récord histórico de pérdidas.
“El sistema agroindustrial predominante es un ejemplo claro
de por qué en el planeta desperdiciamos más de 30 por ciento de los alimentos.
Se basa en una competencia desleal, pues los productos importados desde Estados
Unidos reciben un subsidio por parte de su gobierno. Es así como nuestro
gobierno enriquece a los grandes empresarios agroindustriales”, explica el experto.
Esta deslealtad pone en aprietos a los campesinos, quienes
no pueden ofrecer sus productos al mismo precio que el de los subsidiados.
Entonces se ven orillados a dejar que se pudran cosechas enteras, pues esto
resulta más costeable que absorber los gastos de llevarlas al mercado sin la
seguridad de que se venderán.
El Arca del Gusto, un esfuerzo por preservar especies en
extinción
Así como existen animales en peligro de extinción, diversas
variedades de alimentos se encuentran en riesgo de desaparecer. La razón es que
existe una falta de conocimiento sobre las variedades nativas y su valor
cultural. Pero existen iniciativas cuya finalidad es informar a los
consumidores y evitar que esto ocurra.
Una de ellas es el proyecto denominado Arca del Gusto,
impulsado por Slow Food, una especie de Arca de Noé para los ingredientes que
están en peligro de extinción. “Es un catálogo de alimentos tradicionales que
necesitan promoción para ser consumidos y evitar que desparezcan. En Puebla se
encuentra en proceso de ser integrada la manzana panochera, una variedad
‘criolla’ que se cultiva en zonas rurales. Se distingue por ser de consistencia
dura y tener una apariencia maltratada. La importancia cultural y gastronómica
de esta manzana recae en que es la variedad original para preparar el chile en
nogada, uno de los platillos más característicos de la región”, abunda Rocha
Robles.
Somos parte del problema… y también de la solución
El comercio injusto se origina desde los grandes
corporativos de alimentos, pero los consumidores tenemos una enorme parte de
responsabilidad. “Somos parte del problema al conformarnos con el paradigma
actual del ‘libre mercado’, por ir al súper y elegir alimentos industriales.
En un país donde importamos casi la mitad de nuestros
alimentos, la solución no es detener las importaciones, sino generar un cambio
en las mentes de los consumidores para que prefieran productos locales y temporada. La solución es que dejemos
de ser consumidores pasivos y nos convirtamos en consumidores activos y
conscientes, es decir, en coproductores”.
Informarnos sobre lo que vamos a llevarnos a la boca, leer
las etiquetas, visitar mercados orgánicos en lugar de grandes cadenas de
supermercados, comprar manzanas mexicanas en lugar de las insípidas y
brillantes Washington… Después de todo aportar nuestro granito de arena no es
tan difícil, y bien vale la pena. ¿Verdad?
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